La experiencia en Galápagos sobrepasó mis expectativas en todo sentido. Para viajes anteriores siempre nos habían dado responsabilidades y roles por cumplir, sin embargo, siempre teníamos que seguir cierto esquema. Este viaje estuvo completamente en nuestras manos y realmente no nos habíamos percatado de eso hasta el primer día en Guayaquil cuando nos dijeron que el hotel donde se supone que nos íbamos a quedar, no estaba disponible. Cuando Mr. Vincent volteó a mirarnos, como cuando nosotros volteamos a mirar a un líder en búsqueda de su decisión, nos dimos cuenta que éste sería nuestro viaje. Demandó mucha responsabilidad hacerlo funcionar y eso lo hizo increíble.
Cada día nos tocaba a uno de los 7 miembros del grupo asumir la responsabilidad de manejar nuestro presupuesto diario y tomar las decisiones finales de todo. El primer día me tocó a mi liderar. Cuando llegamos a San Cristóbal, mi primer trabajo como líder fue encontrar alojamiento para los últimos días. Recuerdo estar cargando mi mochila y mochilita bajo el sol caliente y pensar “¿Cómo se supone que voy a encontrar un lugar donde quedarnos? Y si encuentro uno, ¿lo vamos a poder pagar?”
Eventualmente encontramos un pequeño hostal pero era muy caro para lo que queríamos gastar, buscábamos ahorrar lo más que pudiéramos de nuestro presupuesto, pero seguimos caminando hasta encontrar “Erik’s Hostel” que no era un hotel de 5 estrellas, por no decir otra cosa, pero ese detalle era el que más me gustaba. Llamamos al dueño y de pronto salió Erik de su casita y intentando hablarnos en inglés. Voltée a ver a Mr. Vincent y me miró con cara de “¿Para qué me miras a mí? ¡Háblale!”. Miré a Erik y no recuerdo exactamente las palabras, pero todos estamos de acuerdo con que lo asombré con números y logré reducir el precio de $20 a $10 por persona.
Caminando por la plaza (que tenía lobos marinos echados descansando por todos lados) sentía que había logrado algo que no me creía capaz de hacer, y eso antes de las increíbles actividades por venir como el buceo y las caminatas.
Durante todo el viaje compartimos varios momentos mágicos entre todo el grupo. Sentí más empatía con mis compañeros, había una sensación de unión y responsabilidad compartida que me llevó a ser el mejor líder que podría ser.
Podría escribir acerca de cada día y todo lo que aprendí de ellos. Podría hablar de los volcanes o los tiburones, pero siento que las palabras no alcanzan para explicar lo que fue la experiencia completa y lo que significó para mí. Fue una aventura inigualable.